relato cross
Por Rufino Hernando http://cafedetizon.blogspot.com/
Braulio está hoy algo meditabundo. Ayer, dando ese paseíllo diario que tanto le gusta, llegó hasta la casilla de Ramón, en cuya puerta han colocado estos jóvenes de hoy un cartel anunciando esa carrera que ya lleva varios años y que ellos llaman El Cross de los Pastores. A Braulio, esto de Cross no le dice nada porque no sabe qué significa, pero de pastores sí sabe; y mucho.
Y Braulio, cómodamente sentado en un poyo de piedra granítica, recuerda las carreras anteriores, que ya son unas pocas. Y recuerda sobre todas especialmente la primera, hace ya varios años. Un montón de gente joven, la mayoría forastera, medio desnuda, con las piernas al aire, que subía por el camino de El Umbriazo como si los persiguiera el diablo. Braulio, que estaba excavando unas patatas en Los Reventones, dejó la azada y se quedó mirando a los que corrían, preguntándose por qué lo harían. Braulio ha pateado muchas veces los caminos del pueblo y ha corrido por cerros y arroyos, pero siempre por algún motivo razonable: bien porque perseguía a algún animal díscolo que no quería ir con los otros o bien porque algún animal le persiguiera a él, que también pasó alguna vez.
Hoy Braulio tiene otra idea de esto que llaman Cross de lo Pastores. Una idea en la que predomina el agradecimiento; gratitud a los que los que lo organizan y agradecimiento a los que vienen a correr. Porque el viejo sabe muy bien que los pueblos se están quedando vacíos y sabe muy bien que esta y otras actividades son una manera de traer gente al pueblo, de dar auditorio a unos lugares que, desgraciadamente, se están quedando solos.
Este año han llevado la carrera a El Castrejón, la sierra que está enfrente del pueblo. Un lugar por donde no ha pasado nunca. Por eso ayer viernes, cuando vino el sobrino de Madrid, que también anda metido en esto, Braulio no tardó ni un minuto, después de los besos, en decirle que cómo se les había ocurrido llevar a los corredores por El Castrejón. Y el muchacho, que ya es un hombre y bastante leído, entre otras lindezas, le contó que no serían los corredores los primeros que pasaran por allí, porque la palabra Castrejón viene de castro, que significa lugar fortificado y que, seguramente, ya estuvo habitado hace muchísimos años cuando los vetones -Braulio cree que dijo vetones- repoblaron estas tierras antes de la llegada de los romanos. Y le dijo también que, es muy probable que lo que hoy llamamos Cama de la Virgen fuera un oratorio vetón, porque estos pobladores adoraban a las piedras. Y que muchos de estos oratorios han devenido en lugares de culto cristiano como podría ser el caso de nuestra ermita de La Concepción.
Y dijo también que a muchos de los que vienen les gusta correr por estos andurriales y que cuanto más dura sea la carrera, más ilusión les hace. Braulio le escuchó boquiabierto y le dejó que se fuera a la cama, porque el mozo esta mañana tenía que ir con herramientas a preparar el camino. Y por allí andará, con otros como él, entre La Cama de la Virgen y la Cumbre del Sillar, aunque Braulio, desde aquí no puede verlos.
Y esta mañana, al viejo le viene a la cabeza que esos caminos, ahora que ya no quedan pastores, siguen siendo caminos por cosas como esta, porque hay alguien como el sobrino y los otros que los limpian; y que las fuentes, que antes servían de amparo a hombres y animales, no serían ya más que trampales si estos mocetes no las aclararan y limpiaran las pilas de piedra. Y piensa también en los voluntarios que estarán esperando a lo largo del recorrido con agua y algo de comida por si alguno lo necesita. Y, además, ver que el nieto ha salido al campo esta mañana con una azada ya le parece a Braulio razón suficiente para ver con buenos ojos esta actividad.
Braulio mira otra vez hacia lo alto y trata de recordar lo que ponía en el cartel. Que llegan hasta la ermita y cogen la pista que lleva hasta la Cama y van bajando por la cuerda, por La Cumbre del Sillar hasta llegar a La Mesa, el único trozo llano que van a encontrar y dónde podrán refrescarse porque hay una fuente con ocho pilas de piedra que tienen un agua fresca y límpia. Allí darán la vuelta y bajarán hasta Los regajos Grandes, pasarán por debajo de El Cancho de El Cuervo por una trocha que aún se mantiene en regular estado y caerán hasta Los Santos. Y Braulio los imagina subiendo por el Arroyo de El Valle o por El Arroyo Caliente y, como postre, trepando por Lleralta para entrar en el pueblo y recibir el aplauso unánime y cariñoso de todos los que valoran el esfuerzo de una actividad como esta.
Y, desde luego, Braulio no sabe qué ganarán, pero, además del respeto y la admiración de los que como él piensan sentarse en lo alto de La Era para verlos correr, está seguro de que cualquier cosa que ganen se la tienen bien merecida.